Repasaba
mentalmente una y otra vez en su cabeza, todos los números que había programado, estaba bastante nervioso, muy impaciente, con ganas de encaramarse al escenario, actuar quedándose satisfecho.
Temeroso,
por otra parte, deseaba salir corriendo, como alma que lleva el diablo, aunque
era demasiado tarde para escapar, acababan de comunicarle que restaban cinco minutos para salir a escena.
Había
cuidado meticulosamente su vestuario, el maquillaje, ensayando su porte segura hasta la saciedad, practicando los juegos de magia que iba a presentar
llegando a conocerlos de memoria, sin embargo no había contado con ese
sentimiento dubitativo que le invadía implacablemente.
¡Qué contratiempo!, no había previsto que las dudas de un mago pudieran manifestarse en
momento tan inoportuno, imaginaba que la indecisión era una reacción lógica , añadida a la condición
de artista, ante el respeto que imprime un público que reclama siempre un buen espectáculo.
Pero
que fueran a presentarse justamente en los instantes previos a la que debía ser
su actuación estelar, le superaba. Como mago nobel que era, esas inseguridades
de recién estrenado, le turbaban su
serenidad.
Estaba
confuso, no era capaz de recordar si había dispuesto que el primer truco fuera
el de las cartas, continuando con el de las palomas, o si directamente empezaba haciendo desaparecer
mágicamente a su ayudante, para así impactar al espectador. ¿ Cómo era el principio?,
o bien era a la inversa…......
¡Cielos!, no habría olvidado la chistera de terciopelo, o el manto de seda con el que
ocultaba el baúl de las desapariciones, súbitamente pensó en quien le habría mandado a él meterse en
tal tesitura, o por cuales artes de magia, nunca mejor dicho, podría salir
venturoso de la situación.
Ante
estas cavilaciones se debatía, cuando encaminándose entre bambalinas , el
presentador anunciaba su nombre , se levantaba el telón, sin remedio alguno. Se produjo un elocuente
silencio, prosiguieron los aplausos , ansiados aplausos , el antídoto a su malestar.
El
rictus serio de su rostro se fue recomponiendo, su mirada recuperaba
su luminosidad, esbozaba una amplia sonrisa, contundente en sus pasos.
Se
iniciaba su transformación, los nervios se difuminaban sigilosamente, la energía
se materializaba en todo él, razonablemente tornaba a la calma, con ella todas
las dudas de un mago se desvanecían, se sentía preparado, sabía que rozaría el
éxito.
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