La yema de sus dedos sigilosos se deslizaba por el contorno de su silueta, sentía una
pasión incontenible en la total dimensión de su cuerpo, como si fuese inevitablemente a perecer
quemada, entre las llamas.
Su mirada desafiante clavada en sus ojos, fingía no percibirla, pero era un
imposible, ansiaba aquellos labios carnosos que perturbaban día a día su existencia.
Tal era la fatal atracción que experimentaba
por aquel hombre, que con tan sólo alguna de sus caricias su ser al completo se estremecía, ningún otro pensamiento en su
mente, que permanecer a su lado en la
oscuridad de la noche.
Con sus cálidos susurros su voluntad se doblegaba a sus antojos. Ya no
reconocía ni el espacio , ni el tiempo
que la rodeaban, confundiéndose en su entender ,sucumbiendo sin remedio
alguno en ese fuego eterno, quemándose una y otra vez, entre las llamas.
En aquel anochecer, le esperaba
sobresaltada , más
nerviosa que de costumbre, su instinto le hacía pensar que sucedería algo inesperado, acechaba un
mal presentimiento.
Súbitamente, golpeaban insistentemente en la entrada principal, agitada
dirigió sus pasos hasta el umbral , el recorrido por el pasillo le pareció
interminable , temblorosa abrió la puerta.
Ante ella una mujer de mediana edad, con tez pálida, frágil , inmóvil , incapaz de articular palabra alguna, la visión perdida ,
enrojecida, seguramente por un llanto incontrolable.
Ambas frente a frente, permanecieron en un rotundo silencio por unos
momentos, no sabían que decirse, hasta que aquella desconocida , se decidió a hablar.
Hace mucho tiempo que conozco tu locura, ya que es también la mía, sé de
tus desasosiegos porque son también los míos, sé de tu alma sin rumbo, de tu ardiente deseo, de tus actos sin mando, iguales a los que yo
sobrellevo.
No debes esperarle más , ya no
regresará más, del mismo amor turbulento que hemos compartido , empezaremos a experimentar la misma ausencia
terrible, se nos ha ido para siempre, el placer de los sentidos.
Esta mañana, al alba han encontrado
su embarcación a la deriva sin ningún tripulante a bordo, el fuerte temporal la
ha hecho zozobrar, como ahora se
ahogarán nuestros corazones, sin consuelo posible. En lágrimas de un mar furioso.
Sobreviviremos , entre las llamas, no las de la pasión desenfrenada, si no las del inmenso
dolor.
Con certeza, hemos perdido el mismo gozo extremo,
nos hemos quedado sin amante anhelado, sin retorno
el roce de su piel con la nuestra, los
abrazos callados, sus palabras seductoras ,su porte galante, su hechizo.
Después de aquellas palabras, cabizbaja ella, se alejó apresuradamente escaleras abajo, desapareciendo instantes después.
Sintió un vacío indescriptible, desmesurado, aunque en realidad siempre
supo que aquella sinrazón sería efímera en el devenir, como intensa en su disfrute,
con el convencimiento de no encontrar nunca buen puerto al que arribar.
Sus
reflexiones desembocaron en una poderosa conclusión, que nunca les perteneció a ninguna de las dos, así pues, como ser rivales en el presente sin haberlo
sido en el pasado, carecía de sentido o finalidad.
El, había amado sobremanera su firmeza independiente por encima de todo, de
ellas mismas , fue tenazmente libre. Vivió
y murió con la misma libertad que poseen el indomable viento o las olas desatadas de los
mares y lo inmenso de sus propios
horizontes, que los divinizan.
Ya tan sólo les restaría su recuerdo.
Me has tenido sin pestañear, dos mujeres unidas por el mismo amor y la misma pasión. Me ha encantado
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