Estaba la Mar solitaria.
Sin veleros, ni barcos en la línea divisoria del
horizonte,
aquella que separa la tierra del cielo.
Faro sosegado en la tarde dónde mis sueños se
perdían.
Sin querer abandonarme, el sol calentaba mi cuerpo.
Entramados eran mis pensamientos
sin llevarme a ninguna parte, a ningún lugar.
Mi alma de agua, seducida siempre por las mareas.
Aguardando en calma desde la arena, expectante.
El fuerte rugido del oleaje
despertaba mis tribulaciones ,preciado momento
que me llevaba a pensarte.
Y te hallé.
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