jueves, 22 de mayo de 2014

El Trigal





En la telaraña de mis pensamientos, viaja  aquel trigal, bajo la luz tenue del ocaso, en el crepúsculo de un pasado sin retorno.
Aquel extensísimo  plantío de trigo no se ha difuminado ni un ápice en mi memoria, a pesar de las décadas acontecidas.
Las espigas luminosas,  tan erguidas, contemplando un despejado firmamento, mientras  mi mirada se desvanecía en la lontananza.
Desde un latente desasosiego, en aquel caluroso  agosto, observaba  los campos amarillos  dispuestos para la siega.
El paisaje me trasminaba  los aromas de tu piel curtida.
Tu rostro tostado al sol,  tus rudas manos, tu torso musculado.
Te visualizaba  con  una fuerza arrolladora, realizando tus arduas tareas, mientras el sudor de tu frente resbalaba por tus mejillas.
Sin olvidar como sembrabas la tierra madre o te afanabas en recoger la cosecha, para después almacenar el trigo.
Todas tus esencias dentro de mí, atrapando mis sentidos.
Allí estaba el pequeño granero de la vieja granja junto a la carretera, paraíso encontrado donde se alimentaban  nuestras pasiones.
Durante años fue el  refugio para cobijar nuestro sexo prohibido.
Entre los sacos de arpillera rebosantes, algunos colocados, otros desparramados; se rozaban nuestros cuerpos desnudos, testigos silenciosos de nuestro carnal deseo: loca juventud que nada teme y todo puede.
He retornado a  aquellos campos fértiles, en el anhelo de poseerte de nuevo y  deseándote en mi fecundidad, incontables veces, mi ser en la quimera de reencontrarte, sin lograrlo, con una locura desmedida.
Esta tarde de finales de primavera, cuando tirito en el tedio de mis días, por las ventanas entreabiertas se deslizan, sinuosas, unas gotas de fina lluvia, el olor de su frescura provocan mi melancolía.
Instintivamente he abierto el cajón de mi cómoda y desvencijando mis recuerdos  he tomado con mis manos la cajita de madera, en ella, depositados  con mimo , guardé algunos granos de trigo.
Aquellos que mi imaginación rememora jugando entre tus dedos, entre mis senos, descendiendo por mis caderas, detenidos en mi pubis,perdiéndose inexorablemente.
Es mi tesoro escondido, el único vestigio de aquel tiempo, el trazo de tu huella imperecedera que aún hoy habita en mí.







No hay comentarios:

Publicar un comentario