Nubes cenizas, espesas, plomizas,
ocultando
la luz en la etérea distancia
que
claman palabras perdidas.
Aguas
intrépidas y altivas,
sonido
de impávida indiferencia
en
la playa desértica.
No era
la mar calma.
Siendo una oquedad imaginaria,
como
un tránsito virado a otra vida.
Su
complicidad, rompiéndome, en la orilla.
Estaba
fugitiva y cautiva,
en
las inmensidades oceánicas.
De
mi abismo.
Marisa, poeta, cómo te superas. Son metaforas del alma sedienta que busca a la mar como un desierto de arena y agua.
ResponderEliminarMil besos